La casa no está sola, nunca lo está. Un espacio sensible no puede estarlo porque en sus confines siempre estarán las ensoñaciones de quienes lo han habitado. Se trata aquí de una arquitectura de lo vivido, como un canto a la ternura de los primeros años, y la persistente atracción a la vieja casa, la primera. Tal y como lo ha dicho Michelet "la casa es la persona misma", sus alegrías y padecimientos, su intimidad, sus palpitaciones.
A Bachelard.

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