Federico Vegas le preguntó alguna vez a William Niño Araque lo siguiente: 
- A ver William, ¿cuántos es que somos en Caracas? A lo que él respondió: 
- ¿Con o sin pájaros?
No hay mejor manera de resumir en una línea a nuestra ciudad. ¿Quién en Caracas no ha sido sorprendido por las guacamayas, y no una, ni dos, sino decenas de ellas? Los caraqueños nos damos ese lujo; a mí por ejemplo las guacas me despiertan a las 5 de la mañana y sin duda nos espabilan con sus colores chillones cuando cae la tarde.
Son los pájaros unos caraqueños más, son nuestros seres sagrados, que anuncian lluvia como lo hace el Cristofué o nos recuerdan lo maravilloso que es el color verde perico diseminado en barullos alegres que vuelan en parejas hacia el Parque del Este... como sacados de un cuento infantil, muy bonitos en su regreso a casa a las 5 y pico de la tarde. 
Yo amo a Caracas por muchas razones, pero son sus pájaros los que me han permitido sobrevivir su trajín, las angustias de una ciudad que despierta a las 4:00 am, luego a las cinco y a las seis "¡corre que ya es muy tarde!". 
Por esa frase de Niño Araque, y por el ancla en mi país que me han significado estos milagros con alas, es que empecé a crear 'Casa de pájaros', la serie de pinturas en la que estoy trabajando ahora. 
Mi intención es rendir un homenaje al cuerpo de la ciudad que se habita de pájaros, representarlo por una casa que nos evoca el umbral de un nido, y significarla con mucha literalidad como la casa-nido a la que regresamos siempre, vigorosa en sus formas lineales, íntima a través de una paleta casi monocroma. Nuestro lugar de origen como un universo sonoro, el sonido de la intimidad. Una serie para recordarles a quienes no están aquí el impulso de volver a casa, de volar al nido. 









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